Thursday, October 20, 2005

 

Tengo hambre (gastronomicamente hablando)

Ya había contado en "Recetas de la Armada Invencible" (vease archivo enero 2005) sobre mis pequeñas dificultades en el maravilloso y complejo mundo de la gastronomía (en el area de la cocina, claro, en el de comerme lo cocinado soy una experta como pocos).

Para paliar esta deficiencia he acumulado a lo largo de los años todo tipo de libros y recetarios que, probablemente, ya han superado en cantidad a aquellos que pudieran formar parte de la biblioteca de Alejandría en su sección culinaria. No obstante, rara vez llevo a la práctica alguna receta porque por muy simple que parezca todas tienen su trampa:

Para empezar, estos experimentos sólo se me ocurren cuando voy a tener invitados. Busco, entonces, alguna cosilla simple que no me robe mucho tiempo, voy al supermercado y ¡ah! la primera sorpresa: No es sólo que tenga que cambiar la mitad de los ingredientes por otros similares ¡es que, además, necesito una hierba que sólo crece en las faldas del Tibet! y el supermercado por muy grande y bien dotado que esté carece de ese ingrediente que parece esencial. Tras mucha paciencia encuentro una hierbajo similar que crece en un rincón aislado de la sabana africana que el dependiente jura y perjura es prima hermana de la que necesito yo pero aunque precise unicamente de una pizca me obligan a comprar un kilo porque no la venden suelta y vale un ojo de la cara pero como parece ser taaaaaan imprescindible me la llevo.

Resultado:
-La preparación del alimento cuesta como minimo un 50% más de tiempo que lo que reza el papelito.

- Sabe raro y los invitados se miran confundidos entre sí.

- Una vez calculado el coste económico total del plato resulta que hubiera salido más barato que nos fueramos todos a comer a un restaurante.

-Además tengo el dichoso kilo de hierba africana que se me echará a perder porque sabe a demonios y a ver cuando vuelvo a echar esa cosa en ningún lado.

He decidido poner fín a mi ignorancia y así me he matriculado en un curso de cocina rápida para gente sin tiempo (yo no tengo tiempo y ganas menos, era el curso ideal para mí).
Acudimos 20 alumnos mayoritariamente pertenecientes al género masculino bastante talluditos( sí, a mí también me asombró) que suelen traer botellas de vino y cuando nos comemos lo cocinado estamos a punto de salir a cuatro patas junto con el profe-cocinero con delantal, camisa blanca con dos hileras de botones a los lados y ese gorrito alargado tan cuco como uniforme.
Los de los cursillos de pintura y corte y confección que están en otras clases se deben de morir de envidia cuando llega el aroma de los platos.
A nosotros también nos gustaría estar haciendo el guarro entre cazuelas y cubiertos pero la entidad bancaria organizadora desconfía de nuestro buen hacer y prefirió asegurarse de que el edificio no sufría percance alguno en nuestras investigaciones.

He de decir que a pesar de la sencillez que tienen los platos, de rápidos tienen más bien poco (al menos, en mi concepto de rápido. Dos horas y media para primer, segundo plato y postre. Yo creía que serían recetas para confeccionar en 10 minutos, sanas, hipocalóricas y sabrosas. ¡Soy de un ingenuo!) Todos los platos están riquisimos pero engordan una barbaridad.
Sin embargo, hay compañeros que han reintentado en su casa cocinar lo aprendido con éxito desigual.
Uno de ellos, el dueño de la funeraria, comentaba que su perro que asiste gustoso a sus infructuosos ataques a la cocina había rechazado el bizcocho que como deberes había confeccionado con todo cariño porque estaba duro como una piedra y ayer, cuando, aprendímos cómo cocinar unas alubias con setas y almejas y una Bavarois de frutos del bosque exclamó: ¡Cómo se va a poner mi perro!


Besos picantes y especiados.

Comments:
Great blog I enjoyed readingg
 
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