Sunday, April 29, 2007

 

Viajar con alumnos. Oh, my goodness!

No entiendo como hay gente que necesita realizar actividades de riesgo (pagando en ocasiones grandes sumas por ellas) para aumentar sus niveles de adrenalina cuando se pueden hacer profesores y vivir todos los días situaciones que le acercarán todos los días un poquito más al infarto de miocardio.

Yo misma, que no aprendo, he ido un poco más lejos en mi búsqueda de emociones fuertes y me dejé convencer para acompañar a unos alumnos de 2º de ESO (13 y 14 años) a un campamento en el que tendrían varias actividades al día en inglés impartidas por monitores irlandeses mientras que otra profesora y yo tendríamos que hacernos cargo de los alumnos en los tiempos muertos, en las comidas y por la noche para que basicamente no molestaran al resto de acampantes, no se hirieran, no se embarazaran y no muriera ninguno. Y, a cambio, en los ratos en los que los chavales estuvieran en sus clases podríamos ir a la playa o a la piscina, pasear por el pueblo, descansar... No sonaba mal.

La primera tarde se me antojó deliciosa. Me llevé un libro a una calita donde no había nadie y disfruté arrullada por el mar a la vez que escuchaba música y no haciendo nada hasta que me devolvieran a mis pequeños monstruos. La Traviata suena mejor junto al mar, y el jazz, y Carla Bruni, y Crowded House... Bueno, hasta las noticias suenan mejor en una cala solitaria. Era la calma que precede a la tormenta.

Los alumnos se saltaron todas y cada una de las normas a respetar y porque no había más: ¿Que no podían llevar los móviles? A pasearse todos con el móvil ¿Que no les permitía tirarse al mar desde las rocas o en la piscina porque había poca profundidad? Al agua de cabeza ¿Que tenían que tirar la basura a la papelera del bungalow? Toda la basura y la comida al suelo ¿Qué no trajeran maletas muy llenas de ropa? Ellas llevaban más ropa que Paris Hilton (claro, que ahí no puedo decir nada, porque en eso yo soy peor. Llevo una maleta llena de "porsis": "por si llueve", "por si hace frio", "por si hay un tsunami", "por si hay un ataque nuclear a pequeña escala"...)

Días y noches transcurrían en bronca continua. Hasta los camareros del restaurante me apremiaban: "No se estrese, profesora, no se estrese"
Sin embargo, dada la imposibilidad de realizar nuestro cometido, empezaron los castigos. Por mencionar alguno: Quince alumnos se metieron en un bungalow y armaron un escándalo tremendo a las dos de la madrugada... al día siguiente tuvieron que hacer una redacción redactando cómo pensaban que debían comportarse. Las redacciones, además de incluir las normas básicas de comportamiento, incluyeron perlas como estas:

-No beber ni alcohol ni drogas legales e ilegales.
-Divertirse sin hacer el gamberro.
-No hacer nada ilegal.
-Ordenar la casita, limpiar y ducharse.
-No desaprovechar las energías que se tienen (?).
-No mantener relaciones sexuales con la gente/ No mantener relaciones nocturnas.
-A la hora que digais a dormir y a callar.
-Hacer caso a las profesoras guapísimas Dalia y Clemen.
-No hacerse ilusiones con Nora, la monitora rubia guapa.

Protesto mucho (aunque no tanto como mis chavales que se quejan como deporte), no obstante, justo es recordar que estos viajes tienen su parte divertida, al menos como espectador, porque ellos, actores involuntarios, representaban diariamente amores imposibles, amistades sin parangón, odios viscerales... Veamos un ejemplo de cada trama:

Amor a tres bandas: Un chico, llamémosle Fulanito, que recién ha terminado una relación con su novia a la que metía mano en clase y que gozaba de exhibirse en calzoncillos a todas horas, se enamora perdidamente de una chica pero un amigo suyo, Menganito, también estaba enamorado de la mozuela e incluso tiene una novia con quien empezó a salir para olvidar a nuestra heroína y Fulanito en un acto de galantería "renuncia" a esta chica por preservar su amistad con Menganito pero éste no se lo agradece por lo que Fulanito, agraviado, recita a los cuatro vientos la ofensa que le ha proferido su mal llamado amigo (y eso incluye hasta los pobres profesores de unos institutos cántabros que se alojaban próximos a nosotros a los que él no conocía de nada que se mordían los labios para no reirse de lo absurdo de la situación mientras que bajaban la cabeza mostrando así solidaridad con el joven ofendido) y como eran pocos, Zutanito, el ligón del gupo, también decide que después de estar mariposeando con todas las niñas de nuestro grupo, la que le gusta es la chica "prohibida" y le reclama en amores. Ella, viéndo su trágico rol en esta historia que no podía acabar bien, les rechaza a todos para no romper su amistad con ninguno. Resultado: Allí teníamos a los cuatro llorando sus amores por los rincones de la noche mientras sus compañeros se afanaban en ir a consolar a unos y otra.

Uno para todos y todos para uno: Más que habitual era que las noches acabaran en lloros: broncas, malentendidos, sensibilidad a flor de piel, disgustillos que tarde o temprano acababan en grandes abrazos y besos.
-¿Y tú por qué lloras?-
-¡Ayyyyy!No se, profesora, como lloran todos, yo también-
-¡Ah!por solidaridad-
Y por solidaridad también les llegó a todas la menstruación a la vez. A unas se les adelantó, a otras se les retrasó y dos experimentaron para su disgusto y sorpresa la temible menarquia:
-Profesora, también es mala suerte que me llegue la regla ahora-
-Mira, ya es hora de que alguien te diga la verdad, te va a acompañar para fastidiarte en todos los momentos importantes de tu vida-
-¡Jo!-

West side story: Nuestras féminas están loquitas por los huesos de los alumnos de un centro valenciano y hasta dos niñas llegan a preguntarme:
-Profesora, ¿Podemos enrrollarnos con unos chicos valencianos que nos han pedido lío?-
-¿Cómooooooo? ¿Que os han pedido lío? ¿Y ni siquiera os han intentado conquistar diciendo lo guapas que sois? -
-No, profesora, eso ya no se lleva, ahora se pide lío y ya está-
-¡Qué triste!¡Qué poco dura el cortejo ahora!-
Al mismo tiempo, nuestros varones se enemistan mortalmente con ellos y deciden enfrentarse a ellos en algún momento que no prestáramos atención usando, si fuera menester, los cuchillos que se hallan en los bungalows. Yo, que me entero por casualidad de la conjura, les amenazo a la hora de la cena que o se acababan las macarradas o si se peleaban con los valencianos iban de vuelta a casa.
-Profesora, se han metido con la virgen del Pilar y eso no se puede consentir-
-No, si va a resultar que va a ser una guerra de religión-
Había que evitar en primer lugar que se hicieran daño porque los valencianos eran dos años mayores, les sacaban dos cabezas y los míos no tenían media bofetada y en segundo lugar que no hicieran el ridículo porque los alumnos pensaban llevar cuchillos redondeados y sin filo.

Al día siguiente todos eran amigos para siempre.


Besos parecidos a mis alumnos: sin límite y sin medida.

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