Saturday, August 18, 2007

 

¿Qué diría Lisa en esta situación?

Mi suegro vive una aventura.

La vive a sabiendas de que mi suegra no ignora la situación y aunque es una situación que no le agrada, la soporta con resignación, entre otras cosas, porque la otra, Lisa, es sólo un amor pasajero.

Otro amor de tantos. Esa pasión insalubre que sienten algunos hombres por todo nuevo chisme que ofrecen las nuevas tecnologías. Mi suegro se compró un navegador de GPS para coche que indica direcciones a través de Lisa, una voz incorporea, de una señorita sin alma con vocabulario alemán que sale del aparato negro. Desde entonces no tiene más que ojos y oídos para ella.

Desde que nos vino a ver la semana pasada la ha enchufado repetidamente mostrando las calles de diferentes lugares, próximos y remotos que no teníamos mucho interés en conocer. Su voz impertérrita nos perseguía por casa.
-Mirad, ha llegado a iglesia de La Sagrada Familia en Barcelona- dice, ufano, mi suegro ante el logro de que un aparatito llegue a un sitio sin ni siquiera salir de casa como si el GPS incluso hubiera pagado los ocho euros para entrar al recinto.

Yo le tengo mucha tirria a Lisa; tan distante, tan fría, tan sabelotodo, con esa voz que no acaricia sino que ordena... Cierto es que me resisto a adoptar nuevos inventos sólo por el hecho de que existan. Sigo utilizando mi cámara de fotos con carrete, mi tele no tiene pantalla plana y no cambié mi viejo móvil gigante hasta que un día se escacharró.
Quizás tengo envidia de ella, de que a pesar de ser una cosa ya habla alemán más correctamente que yo.
-¿Por qué no visitamos a tu abuela en el pueblo? ¿cómo se llama la calle? Así introduciré los datos en el GPS- dice él con ilusión para mostrarnos lo utilísimo que es tener un chisme para ir a un sitio que ya conoces-
-¿¿¿Va a venir Lisa con nosotros??? ¡¡¡Pero si nos conocemos el camino de memoria!!! (además ya somos muchos en el coche)- me apresuro a responder.

No hay más que hablar. Tampoco hay lugar para radio o música de cualquier tipo, para evitar perdernos alguna de las magníficas indicaciones de esa pedante.
Nada más salir, Lisa, nos indica que sigamos rectos, desgraciadamente para ella, ese camino es más largo así que hacemos caso omiso de sus palabras.
-Siga dieciocho metros- (ni dieciseis, ni diecisiete: dieciocho) -antes de torcer a la derecha-.
A pesar de ello, necesitamos otro desvio. Ella insiste:
-Tuerza a la derecha- No sé si son imaginaciones mías pero me da la impresión de que su voz ha tomado un tinte de enojo.
-Acceda a la calle y siga en el carril central-
Desde luego este no es su día de suerte, prácticamente no aceptamos ninguna de sus indicaciones. Puedo notar a Lisa acalorada por la ira. En cualquier momento espero que nos dirija de vuelta a casa en un arrebato de ira o empiece a gritar:
-¡¡¡He dicho que vayais por la otra calle!!! ¡Ignorantes!-

Por fín, accedemos a una carretera a gusto suyo y nuestro, no obstante, sigue ofendida y no pierde ocasión de levantar la voz y darnos un susto para que cambiemos el rumbo cuando ya estamos sumergidos en nuestros pensamientos y nos hemos olvidado de su presencia. Seguro que rie malignamente para sus adentros. La muy tonta.
Pero llegamos a destino, mal que le pese.

De todos modos no estaría mal que hubiera aparatitos que nos solucionaran todos los problemas cotidianos ¿verdad? Así haríamos las paces.
-Lisa, tengo invitados y no sé qué cocinar-
-Ve a la página 14 del libro de recetas rápidas que tienes en el otro cuarto y pasa la escoba por el comedor que está hecho un asco-
-Gracias, Lis-




Besos apasionados donde nadie nos vea.

Friday, August 03, 2007

 

Panamá





No fue USA el único sitio que he visitado este verano, he tenido la suertaza de ver unos días Panamá (ves, Cris, reconozco la suerte que tengo de haber viajado este verano, para que luego no me protestes). Demasiado poco tiempo, me quedé con ganas de verlo todo, quizás algún día tenga la fortuna de volver. Yo había visitado USA y Canadá pero aún no tenía ocasión de conocer más países del continente americano aunque ganas no me faltaban. Vale la pena, ya lo creo.

Como una niña permanecí la mayor parte del tiempo con la boca abierta contemplando animales y vegetación. Todo depende, claro está, del cristal con que se mira. Habrá viajeros que acostumbrados a semejante exuberancia de naturaleza se queden fríos pero una servidora que es de ciudad y de zona de secano y, por tanto, acostumbrada a tierras áridas y a ver como mucho: gatos, perros, palomas o gorriones cuando veo más de cuatro plantas juntas o tanto bicherío casi se me llenan los ojos de lágrimas.
No es exageración: He tenido ocasión de ver en su habitat: pelícanos y otros pájaros de diverso plumaje, canto y tamaño. Recuerdo un barquito pesquero envuelto en decenas de pájaros esperándo su parte del botín.
Cientos de delfines siguiendo a nuestro barquito, ballenas, pececitos chiquitajos pero no menos bonitos, cientos de cangrejos que formaban una gran sábana roja huyendo de mi contacto, monos cariblancos como el de la foto, lagartos, tortugas, ñeques (que parecen una mezcla entre gato y rata), enormes arácnidos, hormigas laboriosas (cada una con su hojita), una red de gusanos colgantes en un árbol, mariposas y aún así me perdí gran variedad de fauna.
Me aprovisoné de todo tipo de productos, siendo como soy restaurante de cinco tenedores para insectos variados. Me habían avisado de que hay zonas en las que los mosquitos llevan cuchillo y tenedor. No tuve problemas salvo un día en que un bicho que no llegué a ver me picó dejando en mi cuello un gran aguijón curvo que mi madre quitó de mi cuello sin necesidad de pinzas, así de gordo era. Curiosamente ese día iba practicamente nadando en repelente, no obstante, no reprimió el apetito del insecto que debió pensar:-¡Mira que bien!¡Ésta ya viene con la salsa incorporada!-
El increíble paisaje de selvas, playas paradisíacas en ocasiones enturbiadas tristemente en sus orillas por restos de basura que abandonan los barcos (¡dichoso ser humano, siempre fastidiando!), islas deshabitadas de arena blanquísima y aguas turquesas. La vegetación... salvaje y sorprendente. Me he sorprendido contemplar montones de plantas que en Zaragoza sólo tengo ocasión de ver en floristerías e invernaderos saliendo en las riveras de carreteras u orquídeas de gran belleza abrazadas a árboles de un jardín particular como si fueran malas hierbas y pensar que la que tengo en casa no florece nunca aunque la trato a cuerpo de rey. Ahora lo entiendo, echa de menos su habitat, pobrecita.
Es también interesante el contraste de Ciudad de Panamá mostrando orgullosa sus grandes rascacielos por un lado y su encantador corazón de casas antiguas y saliendo de la urbe ver por la carretera (no apta para gente con problemas cardíacos, sin contar los diablos rojos que son antiguos autobuses escolares norteamericanos que venden cuando ya son viejos y que los panameños pintan con esmero y originalidad convirtiéndoles en auténticas obras de arte en ocasiones pero que son muy peligrosos tanto por el número de accidentes que sufren y provocan, la contaminación que producen, como por el número de las personas que han atropellado.
Allí la gente conduce como cree conveniente que no suele coincidir con las normas de circulación lógicas vigentes, allí hay que ir evitando personas, coches que paran de pronto, gallinas, gente que pasea con paraguas a modo de sombrilla, coches que aparecen de la nada...) localidades encantadoras y verde, verde, verde dónde quiera mirar.
Invitadora también es su amabilísima población, siempre abierta a una cálida charla y su cuidada artesanía local y su magnífica gastronomía caribeña : ese ceviche que se confecciona con pescado crudo al que se deja marinar en zumo de limón durante horas y se presenta con trocitos de cebolla cruda, ese pescado fresco, esos postres... Tenéis que probar un pastelito típico: tres leches ¡delicioso!
Habrá que ir pensando en ir apartando dinero en una hucha para volver y conocer más de Panamá y las demás joyas que se esconden en el continente americano para el viajero.
Besos jugosos y sabrosones.







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