Tuesday, November 20, 2007

 

Instrucciones para lavar un gato con seguridad


Echo de menos locamente a mi gata Bichito. Ahora vive felizmente en casa de mis suegros que viene a ser una sucursal del cielo de los gatos porque vive en un pueblo, sale, entra cuando quiere, sube árboles, dedica días y noches a su hobby favorito que es cazar con destreza topillos y ratones y se pavonea, ahora coqueta, ahora indiferente por delante de todo el mundo para ser admirada. No puede aspirar a más.
Mis suegros también están contentos con ella. Especialmente mi suegra a la que hizo mucha compañía junto con los tres gatitos que tuvo cuando superaba un duro tratamiento de cancer.
Bichito tuvo tres gatitos y comparte la casa con una de ellos, Kira, a la que llama insistentemente cuando vuelve de alguna de sus razzias nocturnas para compartir a medias un ratón. Antes solía entregarselos como trofeo a mis suegros que no comparten el gusto por esta aparente delicatessen felina para sorpresa de Bichito que probablemente maulló alguna protesta por semejante muestra de ingratitud.

Echo de menos cuando la encontré abandonada en el cementerio siendo gatita y ocupaba cada segundo de mi tiempo en casa. Era un terremoto, dejó las cortinas hechas un desastre. Era tremendamente inteligente, tanto como para ser capaz de mentir (se escondía en el pasillo y maullaba lastimeramente para atraer nuestra atención, ibamos a buscarla y ¡zas! se arrojaba en emboscada sobre nosotros como un tigrito pequeño para atacar pero sin morder ni arañar). Era infatigable en sus juegos (especialmente jugando al "calcetín asesino" con Peter) y siempre estaba ávida de compañía (incluso si alguno se duchaba se quedaba quieta, sentadita en el bidé a esperar nuestra salida)... ¡Ay!¡Tan linda! Era imposible dejar de mirarla y admirarse con ella.


Está mucho mejor allí que en nuestro piso pero no hay vez que pasando por la sección de comida de animales en el supermercado no me pare en seco y se me encoja el corazón.
¿Y todo esto a qué viene? Es que he visto este video y me he acordado cuando bañamos a la gatita en la bañera por ordenes del veterinario para limpiarle los posibles parásitos que pudiera llevar adheridos a la piel y organizó un escándalo tal que me sorprende que no viniera nadie de la protectora de animales para denunciarme por maltrato animal. (Claro que el día que le llevamos al veterinario, este no pudo hacerse con Bichito de buen grado ni con la ayuda de la enfermera ni con el guante especial , incluso la gata consiguió hacerle la marca del zorro con las uñas en la bata y a menudo me acuerdo de aquel hombre hablándome seriamente con la bata deshilachada y yo mordiendome el labio para no reirme).
Cariño tan necesario como el que da una mascota gratuitamente.




Wednesday, November 07, 2007

 

Más ración de pataleta (2º parte)

Cosas que uno aprende disfrutando de manera involuntaria de las instalaciones hospitalarias:

1- Un hospital no es un hotel
En todo caso es lo más parecido a un campamento.
Ni el primer día cuando pasaba del duermevela (provocado por los dolores, los vómitos, la pupa y la imposibilidad de encontrar una postura cómoda con tanto chisme adosado al cuerpo) a una fase más profunda del sueño me libré del ritmo marcial de enfermeras, celadores y limpiadoras desde las siete de la mañana. Un-dos, un-dos, termómetro, un-dos, un-dos, toma de tensión, un-dos, un-dos, limpieza de la habitación, un-dos, un-dos, adecentamiento de mi cuerpo a base de jarra de agua tíbia y esponja, etc.

2- Todo lo que quieres preguntar a tu médico sobre tu estado de salud sólo se te ocurre una vez que este ya se ha marchado.
Pero de todos modos da igual porque tal como se explica tampoco entiendes del todo que es lo que ha dicho. Ya te puede decir que sufres las siete plagas de Egipto que te quedas igual que estabas.

3- El pudor desaparece para siempre
Con todas las sesiones de médicos que llevo este año y la estancia en el hospital en la que me he dejado vestir y desvestir, limpiar, lavar, duchar, toquitear, escudriñar y demás. El hecho de ir todo el día en pelota picada salvo por el camisón (deferencia del hospital) y las diversas aventuras que se derivan de uso indiscriminado de sondas y cuñas. Los paseos al retrete en pareja o trio para llevar conmigo colgando suero, calmantes y drenaje han conseguido que me desaparezca la verguenza. Me podría desnudar en mitad de la calle ahora mismo. Tanto me da.

4- Hay que ver lo que disfruta la gente hablando de comida cuando tú lo tienes prohibido.
Pueden decir lo que quieran del suero, ni alimenta, ni quita el hambre. Con una prohibición de no comer en tres días cada vez que venía al celador que venía a cambiarme el suero lo veía rodeado de patatas fritas. Al mismo tiempo, los visitantes de mi vecina de habitación no paraban de hablar de jamón y de cómo hacer una buena conserva de mermelada ¡Qué tortura!
La primera sopa, que probablemente es la cosa más sosa que he probado en mi vida, fue como un regalo.

5- Cuando dicen que hay que restringir las visitas lo dicen por algo.
Que nadie se lo tome a mal. Me alegré mucho de ver a mis compañeros de instituto, me hizo sentirme muy acompañada y querida pero el primer día estaba tan atontada que no me acuerdo de casi nada de lo que hablé, era el día perfecto para que me hubierais interrogado de mis secretos más ocultos o dónde oculté el cofre del tesoro. No me tengais en cuenta si no respondía a estímulos externos.

Lo digo, sobre todo, por las veces en que el bullicio del pasillo atestado de personas dando grandes voces nos empeoraba los dolores de cabeza o por el día que el médico nos dijo a mi compañera de cuarto y a mi que teníamos que, perdón por lo escatológico, expulsar aire del cuerpo si queríamos evitar una sonda. Ese mismo día mi vecina recibió decenas de visitas. Yo siempre he tenido problemas para liberarme de los gases y tanta afluencia de gente en la habitación era muy molesta por la falta de discrección. Si yo estaba incómoda no quiero pensar cómo estaría ella.

6-Lo desconocido en un hospital aún da más miedo.
Todo instrumental quirurgico en una bandeja es susceptible de aterrorizar. Y cómo muestra un botón:
Llegó el momento de tener que quitarme el drenaje. Ver como sale un tubo de plástico de tu cuerpo es algo curioso y pensé que tal vez sería un proceso molesto pero cuando empezaron a quitarselo a mi vecina de cama esta empezó a gritar que no podía soportar el dolor y a llorar amargamente. El cuerpo es sabio y aparentemente el suyo cuando se encontró unos días con un cable pensó :"Esto que cuelga debe ser mío" y la piel se adhirió al plástico. Ante el sufrimiento de la paciente las enfermeras desistieron de quitarselo a la espera del médico, se volvieron hacia mí que para entonces estaba acurrucada en mi cama con todos los pelos de punta y la enfermera me dijo:
-Bueno, te vamos a quitar a ti el drenaje-
-¡NO!
-¿Cómo que no? Tenemos que extraerte el drenaje-
-Ni hablar, ¿Con lo que acabo de ver pensais quitarme el drenaje? De ninguna manera-
-¿Y qué vas a hacer? ¿te lo vas a llevar puesto?-
-Pues mira, sí, si es necesario me lo llevo a casa-
-A ver, razona un poco, ha venido una enfermera conmigo, tú le cojes de la mano y te tranquilizará-
-De acuerdo-
La otra enfermera se colocó a un extremo de mi cama, me dió la mano amorosamente mientras su compañera se aproximaba a mi cuerpo que estaba en tensión.
-No me aprietes la mano tanto que aún no te hemos tocado el drenaje- oí que decía la enfermera-
-Perdón, son los nervios-
La otra enfermera me apremiaba para respirar hondo, me preparé para el tirón, dolió pero fue sólo un momento, era como sacar un arpón del cuerpo. Me relajé, sólo entonces oí que la enfermera decía:
-¿¿¿¿Pero quieres dejar de arañarme????-
-¡Uy!Lo siento-
La estaba arañando y ni era consciente de estar haciéndolo.
-¿Ves?-dijo la primera enfermera triunfante -Ni has gritado-
-Es que yo no soy de gritar cuando estoy asustada, yo soy de arañar-
-Eso ya lo he visto-protestó la segunda enfermera que salió de la habitación visiblemente molesta.

9- Más temibles que los enemigos son los comentarios bienintencionados.
Este punto es bastante polémico y ha provocado amplio debate con los amigos a los que he expuesto mi opinión. No obstante, es mi opinión personal sobre una necesidad personal, o dicho de otro modo, soy un poco rarita, cuando estoy mala soy muy tiquismiquis con los comentarios de la gente y me vuelvo antisocial. Me voy a quedar sin amigos.

Parto de la base de que nadie habla con mala intención, soy yo, la receptora del mensaje la que estoy a la defensiva y me tomo a mal frases que en cualquier otra ocasión me pasarían desapercibidas. Una selección de ejemplos:
Ejemplo A: -Siempre te queda el in vitro- (eso es dar ánimos y lo demás tonterias)
Ejemplo B: -¿Ahora te duele? Eso no es nada, ya verás cuando se te sequen los puntos- (¿Has venido a animarme o a hundirme?)
Ejemplo C: -Yo tengo una amiga a la que le paso lo mismo que a ti dos veces- (¡Qué bien!¿entonces puedo repetir?)
Ejemplo D: -Seguro que te vuelves a embarazar enseguida y en pocos meses te volvemos a ver en el hospital- (Tengo una raja de 20 centimetros, ni siquiera sabía que estaba embarazada y aún no he asimilado lo que me ha pasado. No tengo ninguna prisa por volver al hospital)

8-Si quieres dormir bien hazte tú mismo la cama.
No dudo del buenhacer y el mimo de las enfermeras pero sólo tú sabes dónde y cuánto te duele. A mí, la enfermera, tan encantadora como bruta, me ponía todos los días una injección en la tripa como el que le pone una banderilla a un mihura y dejaba tras si unos minutos de escozor y una marca delimitando el territorio dónde había aterrizado su proyectil. Cuando ella me mostró cómo injectarme yo misma en casa me advirtió: -Se te harán moraduras seguro-
Pues no, yo lo hago con cuidadito y ni se han vuelto a quedar marcas, ni me quedo resentida durante unos minutos como entonces.


9- El tiempo es relativo salvo en un hospital, allí es terriblemente lento.
Es taaaaaaaaan aburrido estar en el hospital que cuando me dijeron que si todo iba bien me darían en alta cinco días que decía a todos los que me preguntaban que estaba muy bien me propuse no protestar nada, no pedí analgésicos y puse excusas un día que tenía fiebre para que devolvieran la libertad lo antes posible.
Justo a tiempo, el esparadrapo del corte me estaba provocando una alergía y el torso se me llenó de molestos granos pero era libre, ¡¡¡libre!!!
Ahora estoy cautiva en las manos de mi familia que no me deja hacer nada. No importa, como en casa no se está en ningún sitio.



Un masaje de besos

Tuesday, November 06, 2007

 

La terapia de la pataleta (1º parte)

Me sugiere mi amiga Silvia que escriba de mis recientes padecimientos hospitalarios como revulsivo a la rábia que tengo y es probable que tenga razón. Quizás así lo asimile antes porque esto de estar encerrada en casa no hace sino hacerme dar vueltas y más vueltas sobre los porqués y lo que se podía haber hecho y eso no puede ser sano.

Vamos allá: De cómo llegué a sufrir en mis carnes una laparotomía con salpinguectomía izquierda , apendicectomía y miomectomía (y Olé)

La cosa viene de antiguo pero para abreviar diré que tras meses de mucho trasiego en mi cuerpo por diversos doctores en búsqueda de las razones de mi aparente falta de fertilidad y después de haber sido diagnosticada en octubre respectivamente de gastritis y menstruacción irregular no se me descubrió hasta demasiado tarde que después de un mes de dolores y sangrado continuo lo que yo tenía era un embarazo ectópico con rotura de trompa de falopio.

Yo no había estado nunca en un hospital como sujeto pasivo, las únicas razones que me llevan allí es donar sangre o visitar algún familiar o amigo enfermo, asi que cuando en la noche del 25 de octubre me presenté allí doblada de dolor pensé ingenuamente que me darían algún producto mágico que me aliviara y que me permitiera salir por mis propias patitas de camino a casa.

La ginecóloga de urgencias me dijo que había líquido en algún lugar donde no debía estar y que tendría que extraerme parte con una injección para saber si era sangre.
La perspectiva de recibir un pinchazo en una zona que nunca ha visto la luz del sol y en un momento en el que el dolor no te deja acercarte a la zona ni de lejos me asustó. La prueba era tan necesaria como inevitable pero ¿Podría tolerar el dolor? Tenía que pensar en otra cosa rapidamente pero mi mente estaba bloqueada. Miré al enfermero con ansiedad y le dije:
-Cuéntame algo-
-Jo, eres única, en la situación en la que estás y aún me dices que te cuente algo-
Soy única. Para frasecitas tópicas estaba yo en esos momentos
-Oye, que te lo decía en serio. Cuéntame algo. Necesito pensar en otra cosa-
-Es que como me has pillado tan de improviso no se qué decir-
No hizo falta, la médico había aprovechado nuestra conversación para extraerme el fluido
-Es sangre- aseveró- Hay que operar-
-¿operar?¿pero qué día?-
-ahora-
-¿¿¿ahora???-
El shock, el pánico y el dolor han hecho que la memoria de aquel día me parezca casi como irreal. La doctora me contaba los procedimientos pero la información ya no llegaba a mi cerebro.
Recuerdo estar leyendo el papel de autorización de la operación y la anestesia en las que se nombraban las posibilidades de fallecimiento y decidí no seguir leyendo. ¿Acaso tenía otra opción? Sí, podía firmar que voluntariamente había renunciado a operarme como figuraba por detrás del documento pero, realmente, cuando el dolor es tan intenso ya no es una posibilidad ¿para qué seguir asustándome todavía más?

Para entonces mi cuerpo temblaba tanto que no era posible hacerme alguna prueba necesaria. Me preguntaban si temblaba por frio, miedo o dolor pero yo no lo sabía, simplemente no podía parar de temblar. Todo fue muy rápido, casi no dió tiempo a pensar pero me acuerdo del pánico que tenía cuando me llevaban al quirófano que no quise verbalizar delante de Peter para no preocuparlo. Sin embargo, tan pronto me colocaron en la mesa de operaciones tomé la mano de la médico que había más próxima a mi y le dije:
-Tengo miedo-
Me acercaron la anestesia a la cara. No me pareció que oliera a nada en especial y pensé para mi:
-¿Y con esto me van a dormir? Pues no noto nad...-
Lo siguiente que recuerdo es despertarme en la mesa mientras la cirujana me hablaba de lo que me habían hecho en la operación
-Te hemos quitado la trompa que estaba rota.
-Vaya-
-Y un mioma-
-Ah-
-Y el apéndice-
-¿¿¿el apéndice??? ¿pero qué me habeis dejado?Si os dejo el bolso cerca hasta me quitais el dinero-
Luego me enteré de que debe ser una práctica habitual cuando se hace una operación de estas características para evitar intervenciones posteriores en la misma zona y que de todos modos comprobaron que el mio estaba un poco averiado así que un organo interno menos del que preocuparme.

La nochecita de vómitos y dolores me la guardo para mi.

Continuará...

Aprovecho para ofrecer mi agradecimiento sin límite a la doctora de urgencias del centro de salud por su amabilidad y porque no se limitó a darme un calmante , SI me hizo caso y me remitió con urgencia al hospital y gracias también a la persona o personas que donaron generosamente la sangre de las dos transfusiones que recibí.

Besos de algodón de azucar

Thursday, November 01, 2007

 

Cerrado por enfermedad. Disculpen las molestias

Queridos todos:
Como decía mi amiga Carmen me han operado, me dieron el alta el lunes y aunque me he escapado al ciber diez minutos me siento aún bastante débil, me temo que estoy un poco perjudicada todavía así que intentaré volver a la red pronto a contaros lo sucedido pero ahora me toca hacer reposo.


Besos que reconforten como tiritas.

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