Tuesday, August 29, 2006

 

Efectos secundarios

Ayer fue un día extraño. Andaba yo, como suelo, buscando información de dónde tendrán lugar mi labor y oficio el curso que está presto a comenzar en el ciber cercano a casa. Cuando escuché unos ruidos que intentaban llamar la atención de alguien provenientes de un chico joven con pelo rapado, gafas enormes a modo de diadema y un look parecido al de los bacaladeros.
-¡Psssssssssss!¡Eeeeeeeeh!¡Tú!¡Tuuuuuuuuuuuuuú!-
No le di importancia ya que la distancia entre nosotros era mayor que la que le separaba de otros internautas allí concentrados. El chico insistió buscando respuesta:
-¡Tú!¿Eres amiga de Carla?-
Silencio.
-¿Eres amiga de Carla?-
Al no responder nadie me pregunté si quizás podría estar dirigiendo a mi. Efectivamente, asi era.
-¿Eres amiga de Carla?-insistió.
-No, no tengo ninguna amiga que se llame así-
-Es que te pareces a ella- y continuó -Es que no soy de Zaragoza-
(-Ni tampoco de este planeta-pensé para mi- A ver qué tiene que ver la amistad con el parecido físico)
Sonreí debilmente y ya que había acabado con mis pesquisas apagué el ordenador mientras movía la silla para marcharme.
-¿Pero ya te vas? No te vayas-
¿Sería posible que todavía me estuviera hablando ese chico?
-¿Te apetece tomar algo?¿Nos vamos a una cafeteria?-
Mi sorpresa era mayúscula. Si no le hubiera visto mirarme hubiera creído que no se dirigía a mi.
-Estás de broma ¿no?- dije
-No, ¿Por qué?-
-Pero si por lo menos te llevo 15 años- contesté con lo primero que me vino a la cabeza aunque era un detalle más que obvio entre las muchas cosas que no parecíamos tener en común. -¿Pero tú qué edad tienes?-
-34-
-¿Y tú qué edad te crees que tengo yo?- respondió en tono agraviado.
-¿20?- Dije calculando a lo alto
-Bueno, pero la edad no importa-
Ni que decir que para entonces todos los ocupantes de ordenadores próximos estaban más atentos a nuestra conversación que a ninguna página web. Yo intentaba guardar la compostura para no ofenderle, pobre. Es cierto que la edad da igual, claro, siempre y cuando las dos partes estén de acuerdo pero no era el caso. Hay gente que no sabe captar las indirectas.
-¿Tienes algo que hacer ahora?- insistió ante mi perplejidad
-La verdad es que sí pero gracias de todos modos por la invitación, adios-
Y me marché confundida a ver al administrador para ver si termina de reparar todos los desperfectos de mi casa. Sí, aún no se ha acabado la aventura del techo, mucha promesa pero sólo taparon el agujero. Decidí agobiarlos a visitas hasta que se rindan, me hagan caso y terminen de arreglar el techo. Voy siempre que puedo aunque cada vez me mandan a hablar con una persona distinta sigo fiel a mi lucha. Ya he ido cinco veces.

No había recorrido ni trescientos metros cuando unos obreros de la construción dirigieron a mi ciertas galanterías.
Entré en el edificio donde está la gestoría y esperando el ascensor y me saludó muy sonrientemente un hombre.
-¿No nos hemos visto antes?-
Yo no tenía ni idea.
-Si, en la clínica, hace unas horas- continuó
Resultó ser el anestesista que había participado en la operación de mi marido unos horas antes. Tuvimos una animada conversación en el ascensor en el que me habló de las cinco operaciones y una circuncisión que había tenido aquella mañana y de cuál era el piso en el que vivía. ¿Lo dijo a título informativo o para que yo tomara nota?.

Ya en la gestoría del administrador, la persona encargada de hablar conmigo ese día me miraba intensamente, casi sin parpadear, con una sonrisa bobalicona. Me prometió hacerse cargo de mi caso ¡y hoy me ha enviado al perito del seguro a ver los daños!

Volviendo a casa hice balance: Tenía unas ojeras de aquí al infinito, la ropa que llevaba ayer ni enseñaba carne ni invitaba demasiado a la fantasía, iba sin maquillar... ¿A qué se debía que, de pronto, tantos hombres me prestaban atención sin razón aparente en menos de una hora?

De pronto me acordé que hace una semana Peter y yo estábamos en la colina de Tara en Irlanda. Es un lugar considerado mágico y misterioso desde hace muchos siglos donde tenían lugar rituales de fertilidad y han tenido lugar decisiones importantes. Y es allí donde se encuentra la Piedra del destino (Lia Fáil) que es un símbolo de fertilidad, donde se coronaban a los reyes. Se dice que la misma piedra elegía a la persona más capacitada.
Estábamos de buen humor, pasamos mucho tiempo entre fotos y tonterías tocando la columna aquella de piedra.
No estoy embarazada ahora, así que supongo es señal de que me van a convertir reina de Irlanda proximamente. (Lo digo para que vayais practicando las genuflexiones para cuando me veais) Peter también dice que quiere ir a reclamar su legítimo puesto en el trono irlandés pero yo toqué la colina antes así que si es necesario iremos a la ribera del rio Boyne que está próxima y dirimiremos nuestras diferencias en batalla como Jacobo II y su yerno Guillermo de Orange hicieron en 1690 por el dominio de Europa.

Pero me voy por la ramas. Quizás toda la atención inusitada de ayer se debió a un efecto colateral de la visita a Tara. Tal vez me he hecho más fertil y voy arrojando feromonas a mi paso que invitan subconscientemente a desconocidos a ser candidatos para darme un heredero al trono. ¿Quién sabe? Hay tantas cosas que nos son desconocidas... Sin embargo, a mí me hacía más ilusión lo de una monarquía instaurada por mi en ese país que quiero tanto.
Veremos si es algo temporal o permanente. Me da que no durará mucho.



Una caída de ojos con intención.

Sunday, August 06, 2006

 

¡Qué descansada vida...

...la del que huye del mundanal ruido
y sigue la escondida senda,
por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han sido!

Fray Luis de Leon lo tenía claro, la vida retirada es una cosa muy buena y eso es lo que me repito siempre antes de venir aquí, al pueblico palatino. De hecho, a fuerza de ver secano en derredores de Zaralonia tengo auténtica hambre de bosque teutón.

A lo que no me acostumbro tanto es a este idioma complejo que pugna y se resiste a mis avances. Yo, que predico tanto de las virtudes sin fin de la inmersión linguística, soy incapaz de asimilarla en mis carnes, o mejor dicho en mis oídos y cuerdas vocales. Cierto es que mis estancias en este país no han superado nunca un mes, que esta gente habla siempre en dialectos diferentes y que yo tengo una capacidad natural asombrosa para abstraerme de una conversación si llevo más de diez minutos sin entender una palabra así que el ansiado Espíritu Santo de los idiomas (como le llamo yo) que un día abra mis orejas y boca a este Babel inevitable se hará esperar. Mientras he comprado otro libro de gramática para mi colección. Peter dice que además de comprarlos tengo que abrirlos y leerlos pero qué sabrá él.

Y no será porque no tenga oportunidades de practicar la lengua de Goethe y demás pandilla. Mi suegra cumplió 70. Dudo que la reina de Inglaterra o el Papa hayan recibido tantas audiencias de una tacada como mi suegra visitas en tres días (Puedo garantizar que seguro que tampoco tenían tantos vasos para fregar como he tenido yo). Aunque todos estos abueletes son de una amabilidad suprema, mis experiencias no son muy diferentes a mis memorias de visitas en casa cuando era niña. Saludar al interfecto, sentarme en una sillita, sonreir de vez en cuando y mirar al infinito.
Toda visita sin excepción ha de pasar el siguiente protocolo:

1-El visitante observa la presencia de una persona desconocida que le es presentada invariablemente como la exótica esposa del hijo como característica principal(no siempre pero en ocasiones tengo la impresión de que quieren que demuestre mi origen haciendo alguna cosa sea bailar, cantar, hablar en mi lengua o torear algún toro). Ultimamente comparto protagonismo con la nueva novia del hermano de Peter que es originaria de Georgia (Georgia, ex-república sovietica, que no Georgia, USA) que es mucho más original que yo en su origen pero como su alemán es más fluido y mis reacciones son más imprevisibles creo que sigo siendo más "extranjera" que ella o al menos, más singular.

2-Tras un breve comentario referente a la climatología de mi país (algunas cosas no cambian a pesar de las diferencias culturales, no hay mejor introductor de conversaciones que hablar del tiempo) se me hace balance de todos los viajes que el sujeto ha hecho a mi geografía patria, en su defecto siempre me puede comentar las andanzas de algún amigo o conocido que sí lo hizo.

3a- Con suerte la conversación se desvía y me puedo o bien ausentar a la cocina a buscar vasos o vituallas para agasajar al recién llegado o entregarme al despiste que es mi tónica general.
3b- Alguien se siente en la necesidad de incluirme en la conversación creyendo que comprendo todo y me habla sin parar sobre váyase a saber con una entrega y una elocuencia en las que me resulta difícil hacer un inciso para preguntar si podría repetirme todo lo que ha contado los últimos 20 minutos pero más despacio, con palabras más sencillas (y preferiblemente en castellano).
La situación más incomoda se crea cuando mi interlocutor espera una respuesta o afirmación de mi parte tras semejante perorata con mi media lengua o al menos con lenguaje corporal pero no me atrevo a confirmar una opinión ajena en otro idioma por si acaso resulta que estoy aseverando alguna barbaridad y ante la desesperación de la persona me limito a devolverle la sonrisa de Mona Lisa que ni confirma, ni desmiente y deja a la persona perpleja analizando mi reacción y/o barajando la idea de que quizás mi coeficiente intelectual es similar al del calabacín.

4-Entro en pugna conmigo misma para evitar devorar todo lo que haya en la mesa, lo cual no debería ser demasiado complicado ya que suelen ser pasteles y yo soy más de salados pero es que en cuanto a la comida y a la televisión soy igual: si me aburro me lo trago todo.

5- Los invitados se despiden con tanto afecto como si me conocieran de toda la vida deseándome toda clase de parabienes para el viaje, para mí, los míos, etc.
Los que hablan de la frialdad de los alemanes o bien no saben lo que dicen o no han estado en el sur. Yo nunca he tenido quejas del trato, les entienda o no siempre es exquisito y hay una frase que dice que la risa no tiene acento extranjero. Es verdad.


Küsschen/Küssle (besito)


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