Saturday, February 24, 2007

 

El nacimiento de Venus

Este es el Nacimiento de Venus que pintó Cabanel en 1863 y que está en el museo de Orsay en París. Es un cuadro que me gusta y tengo una lámina en el cuaderno que llevo a trabajar en el instituto.
Un alumno lo contempla larga e intensamente y proclama:
-Profesora, esto es un Picasso ¿no?-

Besos sin contemplaciones.


 

Las hormonas están en el aire

-Profesora, a mí los chicos que me gustan o están casados o son gays-
Semejante aseveración me dejó paralizada. No tanto por su originalidad, puesto que esa frase ya la he oído en otras ocasiones, sino porque la voz de la que partió pertenecía a una niña de ¡¡doce años!! Máxime considerando que estábamos corrigiendo un ejercicio de preposiciones de lugar.

Una de las cosas que no me enseñaron cuando cursaba el curso de adaptación pedagógica era que me acabaría conviertiendo Doctora Amor y en confidente e incluso paño de lágrimas de algunos de mis alumnos. No es algo que me moleste pero aún me sorprende. Nadie le hubiera contado sus cuitas de amor al profesor cuando estudiaba en el instituto.

Ocurre con relativa frecuencia que una alumna se excuse de una ausencia a las clases tras el disgusto de una ruptura (los chicos como mucho te dicen que les gusta una chica, en esos temas son más reservados. Prefieren expresar su afecto entre ellos a mamporro limpio) o que como hace unos días otra con lágrimas en los ojos me pidiera salir un rato de clase a calmar su pena tras terminar una relación con su novio (y eso que era ella quién la terminó, y que también tiene doce años).

Pero será difícil que alcancen el nivel de estupefacción que alcancé hace unos años en que tuve una clase 2º de ESO de alumnado mayoritariamente femenino y que estaba enamorado el 85% del tiempo (tal vez me quede corta).
Medio lolitas, medio amazonas aparecían el lunes mostrando sus cuellos heridos de pasión como medallas de guerra.
Se intercambiaban generosamente ex-novios haciendo caso omiso de la ley no escrita que dice que ninguna mujer tendrá relaciones con el ex- de una amiga bajo pena de ostracismo.
Me enseñaban orgullosas fotos y regalos de su media naranja temporal.

Una de ellas a principio de semana irremediablemente lloraba el final de su relación con un chico con el que nunca había pasado de compartir diez días, un par de días más tarde ya había encontrado sustituto y vuelta a empezar (Al principio me causaba cierta preocupación pero cuando ví que se trataba de una costumbre simplemente le dejaba llorar con tranquilidad. Claro, que el día que una mujer vino a darles una charla sobre los peligros del alcohol y se la encontró llorando como una Magdalena me miró con ojos como platos cuando le dije que no se preocupara, que era algo habitual.)

Quizás lo más sorprendente fue un momento en que dos chicas estaban gritándose histéricamente la una a la otra desde un extremo al otro de la clase.
-No te enteras de nada-
-Tú sí que te vas a enterar-
-Cerda-
-Pues tú guarra-
Llegó tan ansiado momento en que dije aquello que siempre había ansiado decir porque era algo que nos avergonzaba a todos en mis tiempos de estudiante:
-¿Qué os pasa? A ver, contádnoslo a todos para que nos enteremos-

A lo que una de ellas respondió:
-Es que el novio de ella me ha tocado el culo por debajo de la falda por una apuesta con sus amigos y ella no se lo cree-

Ante semejante aclaración que nadie esperaba y que envolvió de pronto la clase en un silencio sepulcral hice lo único que se puede hacer en estos casos, les dije:
- Eeeeeeeee, Bueeeeeno, En fín, vosotras salid al pasillo cinco minutos y arreglad lo que tengáis que arreglar y nosotros vamos a la página diecisitete del libro-



Caricias ingeniosas.

Sunday, February 18, 2007

 

...En la salud y en la enfermedad

Creo haber comentado alguna vez que no me gusta ir de médicos. Suelo esperar a que mis males y pupas desaparezcan por sus propios medios automedicándome y envenenándome si es necesario. Alargo el momento de pedir una cita médica y únicamente si persisten las molestias es cuando me persono en la consulta. Eso sí, armada de un buen libro (Ya se sabe que la hora de visita es sólo algo orientativo).

Mientras espero me vienen a la mente algunas de las series de médicos que ahora proliferan en las pantallas. Tomemos un capítulo tipo de "House" por ejemplo:
Una persona aparentemente padece un simple catarro, le llevan al hospital donde en menos de media hora se está muriendo aunque se ignora si la razón es debida al extraño mal del que es portador el paciente o de todos los experimentos médicos que le hacen sufrir al infortunado en sus carnes mientras buscan las razones de sus padecimientos.
Al pobre desgraciado tan pronto se le proporcionan como se le retiran medicamentos a tutiplén, se le pincha, agujerea, se le implantan cosas, se le opera, se le veja y se le electrocuta si es preciso.
Al final se descubre que el enfermo cuando tenía siete años fue a un parque de atracciones donde le pusieron una pulserita que se manchó con tinta de un bolígrafo del cole y le ocasionó una pequeña alergia que 32 años más tarde tomando un café le proporcionó una reacción adversa casi mortal de no ser por este grupo de galenos sin par, que le salvan la vida en el último minuto y vuelve a casa agradecido a ver si sobrevive a todas las perrerías que le hicieron en el hospital.

Y si pienso en algunos de mis alumnos que no estudian aunque la vida les vaya en ello como futuros matasanos es peor. Imagino la escena. Un ex-alumno inclinado sobre mi camilla, a la postre, lecho de dolor diciendo:
-Oiga, yo lo siento, pero el tema del corazón no me lo estudié porque no me entraba en el examen y además, no se de qué se queja porque usted ya venía medio muerta de casa-
Siendo como soy más hipocondríaca que Woody Allen me dan ganas de huir en ese preciso instante. Busco en los ojos de la enfermera un poco de comprensión, ella me devuelve una mirada de desprecio.

Llevo más de media hora esperando y todavía está la primera paciente dentro de la consulta. Me revuelvo nerviosa en el asiento, si pasa otra media hora con la siguiente me tendré que ir antes de que me visite el médico porque tengo que ir a trabajar inexcusablemente. Viene la enfermera y comenta que está muy molesta porque esta primera señora no tenía cita concertada pero como le había dicho que quería hablar con el médico solo cinco minutos le había dejado pasar antes que a nosotros. Esa información me puso de muy mal humor. Por fín, salió sonriente aquella mujer de la consulta sin dirigir ni una mirada, ni una palabra de disculpa a los que allí esperábamos para entrar con mucho retraso por su culpa a nuestras citas programadas con más de un mes de tiempo.

Quizás tenga tiempo después de todo. Hace rato que la anciana que entrará detrás de mi, con la esperanza de que la deje colarse, ha empezado su cantinela de: -Yo solo tengo que preguntar al médico cuántas veces tengo que tomar la medicina, es que estoy un poco sorda y no le oí bien- A pesar de mis prisas, llego a un acuerdo con la abuela, le dejo pasar antes si no entra a la consulta para preguntar por la posología de su maldito medicamento y ella se calla de una vez.
De pronto, entra una mujer ruidosamente a la que sigue un marido-perrillo con la cabeza gacha. Se muestra nerviosa, muy alterada, da vueltas alrededor de la puerta del doctor como un animal enjaulado. Su marido le pide que se siente pero ella espeta:
- No me siento, no vamos a estar aquí mucho tiempo-
El hombre, que a pesar de su envergadura física demuestra temor ante la mujer a la que acompaña, responde:
-Bueno, pues entonces me voy a aparcar el coche mejor que lo he dejado aparcado en la puerta de la clínica y así no puede entrar ningún coche-
La mujer entonces se giró violentamente, rompió el silencio del hospital casi gritando:
-Eso, veteeeeeeeeeeeee, veteeeeee ¡cobardeeeee!, ¡que no eres más que un cobarde, como siempre!-
El hombre quiso protestar un momento pero ahogó su voz en la garganta, se sentó y agachó la cabeza mientras que los conductores que quisieran inutilmente entrar o salir en el recinto se acordaban de sus muertos en la calle.

Estaba claro que esa fiera tenía intención de colarseme en la consulta. Con lo que ella no contaba era, que a pesar de la posibilidad de que esa mujer tan alterada tuviera intención de sacarme los ojos si me empeñaba en ejercer mi derecho a acceder a mi visita médica sino le daba paso antes, yo estaba ya furiosa con la idea de que YA se me había colado una mujer, YA le iba dar paso a la abuela aquella antes y CASI YA no tenía tiempo para mi consulta así que yo entraría delante de ella así acabaramos agarradas de los pelos.

Se abrió la puerta. Salió el médico a la puerta a buscarme, la abuelita hizo ademanes de entrar y ya me veía yo peleándome hasta con la anciana. El médico le resolvió la duda de la mujer inmediatamente pero ella insistía en lo que se veía eran ganas de llamar la atención y entablar conversación innecesaria con él. Me puse de pie para apremiar a la señora. La mujer furibunda se adelantó para intentar meterse en la consulta antes que yo y en ese momento simplemente corrí y me metí, de golpe, entre ella y el médico. Ignoro que pensaría el resto de los pacientes allí sentados ante esa escena digna de colegio. La mujer nerviosa se quedó tan perpleja que ni reaccionó y el médico me miró con cara confusa como esperando una explicación.

Una vez dentro y tras escucharme y examinarme, el doctor concluyó:
-Está usted muy estresada, ya sé que es difícil teniendo en cuenta su oficio pero debe intentar no estresarse-
Sí, claro. Veremos que se puede hacer.



Besos no aptos para personas que padecen enfermedades coronarias.

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