Monday, December 13, 2004

 

Tengo pupita

Tengo que ir al oráculo.
En realidad es mi otorrinolaringólogo.
Le llamo "oráculo" desde que hace más de cuatro años, cuando yo pesaba algunos kilos menos, me dijo, como si de una maldición se tratara: "A tí te va a cambiar la constitución y te vas a engordar".
Yo miraba con escepticismo, pensaba que, quizá, siendo más bien un hombre entrado en carnes hablaba desde la envidia por mi cuerpito serrano que me permitía todo vicio gastronómico por aquel entonces, a fín de cuentas, ¿qué tienen que ver mis variadas dolencias de garganta y oído con mi peso? Nada.
Así y todo, la condena se materializó en esos kilitos extra con los que llevo luchando desde el 2001.

Tengo unos problemillas de garganta agravados por mi empleo, son más o menos crónicos y aunque no son dolorosos no dejan de ser una lata. A fuerza de vernos las caras nuestro perfil doctor-paciente forjada tras largo tiempo es bastante corriente:

1-Chica hipocondríaca que adora quejarse de variados males pero que no va al médico hasta que no queda más remedio porque ya le está contagiando virus hasta al ordenador.

2-Médico entusiasta que habla enigmáticamente como una sibila romana sin decir qué mal aqueja, redactando una larga lista de medicamentos variados con la esperanza de que la persona enferma los tome y de que vuelva a ser examinada en un par de semanas.

3-Paciente que considera que con la visita al galeno ya ha hecho más que suficiente para que se pasen todos los síntomas y se toma los medicamentos un número total de dias de 1 ( y eso si es que se acuerda de tomarlo). No vuelve a la consulta hasta la siguiente gripe-amigdalitis-alergia-hongos o lo que corresponda.

Durante un tiempo, cuando todavía volvía cuando me decía, estuve volviendo loco al pobre hombre. El había dictaminado la toma de una serie de productos repugnantes que yo deseche tan pronto hube probado bien por repugnancia, bien por efectos secundarios (me dormía conduciendo) pero antes muerta que reconocerlo. El pobre especialista, desesperado aumentaba dosis y potencia de los productos mientras que yo ya ni me molestaba en pasar por la farmacia, hasta que debió darse cuenta que a esas alturas sino me habían salido tres ojos o me había quedado calva por la medicación es que hacía caso omiso de sus consejos y me da a mí, que desde entonces, muchas veces solo me da placebos de pura impotencia.

Claro, que me gustaría saber por qué, a pesar de todos los años que llevo acudiendo a visitarle con mis pupas varias, me sigue llamando Teresa. ¿Me estará dando la medicación de otra persona?

Comments:
Cosas de la edad cariño. Hay que dejar de pasar hambre y que sea lo que la naturaleza sive deus disponga. Feliz navidad y feliz mantecados.
 
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