Tuesday, March 22, 2005

 

Coup de beauté

No me prodigo mucho por mi blog ultimamente.
Ando con la musa de vacaciones. En su ausencia, y a riesgo de que se enfade por no hacer uso de sus servicios, escribiré unas lineas por mi cuenta.
Cualquier cosa por hacer un descansito de la limpieza general que le estoy haciendo al piso hoy.

Le hacía mucha falta, el polvo es muy traidor y se esconde cuando me ve con el trapo para surgir triunfante cuando yo ya doy por limpio algún mueble. ¡Y el calor!Los que como yo vivais en un edificio en que hay calefacción central sabeis a qué me refiero. Hace tropocientos grados en la calle sin embargo existe una regla tácita: "aquí-se-pone-la-calefacción-hasta-abril-haga-falta-o-no".

Al menos, parece que, después de la quinta ola de frio, ha tomado su lugar en emboscada el buen tiempo. No veía la hora. Explosionan los árboles en flor, una de las imágenes que a mí me resultan más bellas. Por estas fechas me viene a la memoria un recuerdo que atesoro de cuando viví una temporada en Londres.

Se me había acabado el contrato como auxiliar administrativo en el ayuntamiento de Camden Town y mientras encontraba algo interesante me puse a trabajar casi automáticamente en una tienda de ropa de precios prohibitivos. Odiaba aquel trabajo con todas mis fuerzas. Mi jefa, con algún complejo de personalidad no superado, se encargaba de recordarme en todo momento que allí teníamos que estar como en los campos de algodón antes de la guerra civil americana. Cualquier momento era bueno para criticar, explotar, humillar y vilipendiar. Y yo, (que venía de mi despachito, con mis informes, estando en contacto con colegas que me consideraban su igual o que compartían conocimientos conmigo y no me iban considerando su sierva), pasé una temporadita un poco dura hasta que me adapté a la situación aunque nunca la aceptara de buen grado.

Así pasaba los días rumiando mi malestar hasta un buen día, o mejor dicho, una buena tarde en que volvía a mi alojamiento, al calor de mis amigos (os adoro, chicos) con el alma en posición de automático, entré, como solía en un atajo, una zona residencial en la que nunca coincidía con persona o vehículo alguno y en el que todo el ruido urbano se desvanecía.

Entré allí, digo, envuelta en mi pesadumbre, sin esperar el delicadísimo espectáculo que me aguardaba. A mi paso, los árboles perlados en cientos de flores, lisonjeros depositaban en la brisa una ofrenda de pétalos que danzaban a mi encuentro, que alfombraban mi camino, ornaban mi cabello... y fue sólo para mí, como si fuera una reina. Mi vista estaba tan henchida de belleza que casí lloré. Fue un momento único y maravilloso. Parecía un paisaje sacado de alguna película de Kurosawa.

Guardo ese recuerdo para los días en que el invierno da muestras de abandonarnos o cuando mi corazón herido lo precisa.

Ojalá tengais todos un instante tan hermoso o incluso mejor al que podais acudir en caso de necesidad.

Un abrazo con café aromático, que a mí me hace falta.

Comments:
Hola Dalia...

Como siempre, me encantô tu artîculo. Yo también tengo un recuerdo parecido. Fue la repeticiôn de una escena de Forrest Gump. Caminaba por una zona de mi ciudad que me gusta mucho y suavemente cayô sobre mi hombro una pluma blanca. No sé si esos momentos en que sientes explotar en un estado de felicidad temporal los provoca el exterior en el interior o si, al contrario, es algo interior que te hace contemplar el exterior de manera totalmente diferente. Un abrazo,
Rafael Barcelô Durazo...
 
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