Thursday, July 28, 2005

 

Estar malito fuera de casa

Como en casa no se está en ninguna parte. Por muy cómodo que te encuentres si un día te encuentras enfermo parece que estás mucho peor que cuando estás tranquilamente batallando con virus y bacterias en tu propia cama con tus propias medicinas.

Eso es lo que me ha pasado estos días. Iba notando como una infección se iba apoderando en guerra de guerrillas de mis defensas y el consabido: "ya se pasará" no se cumplía. En situaciones normales me hubiera automedicado como buen paciente-pesadilla de cualquier doctor que soy pero lejos de mi botiquín y mis medicamentos no podía envenenarme tranquilamente como hubiera sido mi gusto.

Me sentía muy malita. Tendría que ir a un ...¡¡¡¡¡¡¡¡MÉDICO!!!!!!!! ¡Aaaaaaaaaah!, ¡un médico ALEMÁN! ¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah! ¡Socorro! ¡Hilfe!
No es que desconfíe de su competitividad, a mí los médicos no me gustan independientemente de su nacionalidad, además, hay que reconocer que estos alemanes tienen medios muy avanzados en sus consultas, pero es que comunicarme en otro idioma, ese idioma tan raro que sigo convencida que se inventan delante de los turistas pero que en la intimidad hablan algún lenguaje más sencillo...

Habría que llevar al sufrido de mi marido como interprete. La primera parte era sencilla. Presentarse en la consulta del pueblo con mi nueva y flamante tarjeta sanitaria e-u-r-o-p-e-a. Aquella que sustituye a aquel papelote (E-111) en la UE.
Me sentía como si hubiera sacado mi licencia del FBI, en cambio, la enfermera la miró como si le hubiera entregado la tarjeta del videoclub del barrio. Esperando a que nos atendieran en la salita de espera, ella pasaba mi tarjeta de una colega a otra como si fuera una granada de mano. Los pacientes desaparecían, mi poca salud también.
Por fin, apareció la enfermera, triunfante, y dijo:
-Pues van a tener que ir a Speyer, porque yo esto no lo he visto en la vida, tendrán que ir a un seguro médico alemán a ver si da el visto bueno-
Hala, con el coche a Speyer, otra vez a esperar turno. Entonces yo ya notaba los sentidos alterados en el carrousel de la fiebre y pensaba, como Ricardo III aquello de : " mi reino por un antibiótico".

Las paredes del seguro estaban llenas de posters con jóvenes parejas abrazándose, familias pletóricas echándose grandes risotadas, niños de anuncio correteando cerca de unas madres sin un gramo de grasa en el cuerpo...Hasta los abuelos parecían jóvenes con peluca blanca borrachos de la fuente de la eterna juventud..
Yo en ese momento no me sentía representada por toda aquella gente joven, sana, con cuerpos ágiles y estilizados. Esa gente no necesitaba un médico, más bien parecían el anuncio de un gimnasio o de una secta. Yo hubiera preferido ver posters con enfermos agradecidos abrazando a un médico desde su cama de hospital o saliendo de una clínica recuperados.

Nos atendió, un hombre con cara y pelos de loco cuya función consistió en volver a llamar a aquella esquiva enfermera y decirle algo asi como:
-¡Que sí, tonta!, ¡que la tarjeta que te ha dado la chica vale!-

Vuelta al pueblo y a la sala de espera. Para entretenernos los virus y yo leíamos una revista de cotilleo alemana intentando adivinar qué es lo que le estaría pasando a todo el famoseo local e internacional. Seguían desfilando todos los enfermos menos yo. Nos volvieron a llamar para otro trámite.
Más espera, esta vez de pie, frente a la puerta del doctor. Mi marido estaba más preocupado que yo. Yo pensaba que ahí delante, con cara miserable, daría más pena y nos atenderían antes pero ni por esas.
La enfermera, ya aburrida de vernos las caras, nos envió una consulta vacía a esperar, otra vez, y en ese tiempo nos planteamos seriamente empezar a leer los libros de medicina que había en los aparadores y buscar los síntomas. LLegó, al fin, el galeno. Automaticamente me envió a hacer unas pruebas, gracias a Dios, en la misma consulta, analizadas y transferidas a su ordenador, esta vez, a la velocidad de la luz y me recibió con una sonrisa seria:
-"Tiene usted una infección de caballo"- dijo
-"Eso ya lo sabía yo"- pensé.
Me emocioné sinceramente cuando vi que escribía en la receta un antibiótico como yo ansiaba.
¡Qué duro es estar lejos de casa cuando se está malito!

(Por supuesto, la gata aprovechó para utilizarme de cojín media tarde mientras yo estaba en mi lecho de dolor)


Besos con cafe y te helados.

Comments:
gracias por tu comentario y por los ánimos que me dejas, seguiré batallando. Voy a leerte un poquito.
hasta pronto.
Maria
 
Dalita, pobrecita mía, malita y de un lado para otro... yo me voy mañana, espero no sufrir otro tanto, que Europa es Europa pero a veces un poco menos.
Muchos besos para ti y tu pequeñín y familia,

Rut
 
hola, guapa. Permiteme que use tu blog como ventana al mundo virtual, es que no se por que no puedo ver mis mensajes. Asi que si tienes que contactar conmigo tendra que ser via movil (aunque supongo que estareis tan liados como nosotros). Da saludos a las chicas si les mandas un mensajillo. Muchos besos.
 
Hey fantastico el post.

Yo tambien ando por el extrangero, y el solo pensamiento de ponerme malo... uff es q me pongo malo de pensarlo. (valga la redundundancia y viva mi vocabulario)

Creo que si un dia me pongo malo cojeria el primer vuelo a mi casa.

Mujer tu al menos tienes un maridito que controla aleman y tal, seamos optimistas.

Y hasta un gato para ronronearte!

Chica eso no es estar mala, eso son unas minivacaciones en casita con el gato y la estufita vaya...

Un besazo!

Peregrino
 
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