Wednesday, February 01, 2006

 

Estar malito en el pueblo (recuerdos varios)

Leyendo el blog de Rafa, mi blogmate mexicano hablando de sus vacaciones en Huasabás salpicadas de recuerdos de niñez, me han venido a la mente los estíos en el pueblo de mi abuela en general y cierta rica anecdotilla que le encanta a mi amiga Maria José en particular.

Momento histórico: Fiestas del pueblo en honor a Santa Ana. Finales de julio.

Habitantes de la casa: Mi abuela, a la que adoro, Mis tios-abuelos (Que Dios tenga en su gloria) y mi hermana.

El pueblo de mi abuela es de los pueblos, pueblos en los que todo el mundo es familia. Por entonces, así llegaba el agua del río por la acequia, así llegaba al grifo, consecuencia: Intoxicación de mil pares de demonios por culpa del agua dichosa.
Yo llevaba todo el día con cierto malestar que me obligaba, como si de la chiquilla de "El Exorcista" se tratara a expulsar de mi cuerpo todo líquido o sólido que allí se encontrara pero no fue hasta que fui por la calle con mi hermana a llamar a mis padres al único teléfono público de la localidad cuando vi que se nublaba mi visión con puntitos crecientes que lo iban llenando todo hasta que ya no pude dislumbrar nada.

Próxima a desvanecerme, adolescente pero no tonta, reuní mis últimas fuerzas para ir a desmayarme a una silla del patio donde mis tíos estaban tomando la fresca y donde por fín, todo se volvió negro en un instante tras el cual, al abrir los ojos me encontré que todos esos puntos negros se habian transformado en caras preocupadas que de no ser por mi debilidad me hubieran dado un susto tremendo.

Medio en volandas me llevaron a casa de mi abuela. Al médico se le metió entre ceja y ceja que fuera trasladada a Zaragoza con la mayor celeridad y desde mi lecho de dolor me negué a viajar en coche por aquella carretera entonces preñada de curvas mientras expulsaba todo el contenido de mi cuerpo. El médico dio entonces una lista de los medicamentos a ingerir y se fue jurando por las escaleras sin decirme cuál era mi dolencia y mi abuela y mi tía lloraban por mi cabezonería lo cual me creó mucha incertidumbre. En esto, entraron a mi cuarto unos tíos míos y sin mediar palabra, mi tío Clemente se puso a rezar en voz alta a los pies de mi cama ante mi estupor y pensé: -Dios mío, me estoy muriendo-

Mi tía, viendo mi terror, decía: -"Tranquila, esto es normal"-

-"¿¿Normal??"-respondí-"Y ahora pondreis cuatro cirios alrededor de mi cama y diréis que es para iluminar la habitación"-

Resultó que era una oración que según él servía para curar a los miembros de la familia (Lo siento, no puedo incluirla porque no me acuerdo y además era sólo para parientes).

Mi abuela vino entonces con un vaso de transparente contenido. Me pidió que bebiera y sin poder evitarlo escupí todo el contenido por el cuarto, todo el vello de mis brazos se había erizado.
-"¿Qué es esto?"-inquirí
-"Las medicinas del doctor"-
Mi abuela y mi tía, con su mejor voluntad, habían mezclado en una jarra TODOS los medicamentos recetados: el suero, tres o cuatro pastillas y el zumo de limón, como para envenenarme, vamos. Pero como no había manera de entrarlas en razón aprovechaba los momentitos de soledad que eran muchos ya que cuando el galeno quiso auscultarme y no pudo al oirse demasiado ruido en la plaza mi abuela entendió que yo no debía oir ruido alguno y no dejaba que me visitaran ni mi hermana, ni mis amigas lo cual me dejaba solita en completo abandono y aprovechaba, digo, para tirar a las gallinas de mi tía Alejandra tan venenoso menjunje (tía, si lees esto, perdóname).

¡El hambre que pasé! cuando ya pude comer pasé días castigando mis papilas gustativas con una ridícula cantidad de pollo hervido sin piel porque, claro,-médico dixit-era lo único que una persona en mi estado podía comer mientras mi hermana se metía entre pecho y espalda unos platos repletos de deliciosísimas costillas de ternasco ¡ay! con patatitas. Recuerdo mis razzias nocturnas a la nevera en busca de algo más sustancioso con que contentar los maullidos de mi estómago y un bocadillo de jamón serrano que fue pura ambrosía en mi boca que me sacó mi primo José de contrabando de la merienda popular. ¡ah! ¡la familia!


Besos ansiosos de hambre atrasada

Comments:
Simplemente un blog genial,
no hay más comentarios...
Un saludo.
 
y puede ser que alli sea el inicio de la maldita fiebre aviar, periodos de incubaciòn, trafico de gallinas (las de tu tia) y bue... habra que continuar la linea de investigaciòn de esas gallinas y su explotacion comercial.
 
Hola Dalia,
Me he reído como enano con tu relato. ¡Mira que te habrás asustado con el funerario rezo de tu tío! Donde me hubiera pasado a mí, yo literalmente me muero en ese momento de pura sugestión. Respecto a tu nívea aventura todavía tengo los pies helados de imaginarme a pesar de que el agradable invierno mexicano es casi como cualquier primavera. Pero te entiendo porque el invierno pasado me lo receté en unas montañas francesas con un clima que me hizo pensar que el infierno con llamas era un paraíso. Te mando un gran saludo y no dejes de escribir porque leerte es de esos placeres que van haciendo digna de vivirse esta vida.
 
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