Wednesday, March 22, 2006

 

Efectos secundarios de la primavera

Es el comportamiento caótico y cada vez más alterado de los alumnos y no el calendario o los primeros días tibios lo que nos avisa a los profesores de la proximidad de la primavera.
No falla, cuando llevan las hormonas más torcidas que de costumbre, la sangre salta de sus venas y les atasca los pensamientos racionales. A partir de entonces, a los docentes no nos queda sino racionar nuestra pobre paciencia con la esperanza de que dure hasta las vacaciones de Semana Santa.

Aún con todo, es un periodo curioso que siempre trae alguna sorpresa incluso en campos en los que ya no esperamos ninguno.

Hace unos días en una de mis clases cuando me dedicaba a mi labor diaria de requisar los artículos que suelen circular ilegalmente por clase (estuches, bocadillos, bolígrafos, gomas, móviles y objetos varios) me llamó la atención el tráfico de un folio que no se molestaban en ocultar y que tan pronto como acumulé en mi montón de tesoros ajenos encima de mi mesa trajo gran choteo general y pese a que no tenía interés inicial en conocer su contenido, movida por el cachondeo general lo abrí imaginando que sería un papel lleno de insultos dirigidos a alguno de los alumnos o a mi humilde persona.

Hete aquí que me encontré en las manos con una carta de amor en toda regla y cuando quiero decir una carta de amor quiero decir una carta tan perfecta, con una letra cuidada, con párrafos perfectamente estructurados, con unos sentimientos tan delicados y hasta unos corazoncitos dibujados que pensé que una epístola amorosa tal no podía ser sino una broma de dudoso gusto para la interfecta a recibirla, ya que cuando tienen 15 ó 16 años entre pecho y espalda estoy más acostumbrada a que se declaren interés a través de barbaridades u obscenidades.

En la declaración de dulces intenciones, entre otras cosas, decía el autor a su musa que ella era la chica más guapa e inteligente que había conocido y la citaba en la puerta del instituto si quería reunirse con él.

Acabada la clase llamé al dueño de la misiva y le pregunté si realmente era suya o era una broma de sus amigastros. El pobre chico, avergonzado, reconoció su autoría.
-"¿Y eres sincero?"- Añadí
El chico me miró entre azorado y confundido.
-"Quiero decir que si esto es una broma de mal gusto para reirte de una chica o realmente hablas en serio en este papel porque en el primer caso te voy a echar la bronca del siglo"-
Él afirmó con la cabeza y como es un alumno majete, simpático y de los pocos que le dan un palo al agua, le creí, "Fíjate"-pensé- "a ver si tiene suerte".

Sin poder controlar mi curiosidad, le pregunté si había tenido fortuna y me respondió que no. ¿Qué queréis que os diga?Es una auténtica lástima.



Besos sin freno de amor auténtico.

Comments:
Hola Dalia,

Tenía tiempo entrando a tu blog ávido de encontrar tus siempre agradables relatos. Éste me recordó mucho mis años mozos en la secundaria (entre los 12 y los 15 años así se llama la escuela en México). Despréndese de entre 12 y 15 la cantidad de hormonas que uno produce. Me acordé de cartas que escribí, de otras que recibí, pero sobre todo de una que recibió una amiga y que si hubiera premios Óscar a la cursilería, se llevaba de calle cualquier película romántica típica estadounidense. No recuerdo todo el texto pero incluía "una llamarada de amor". No sé qué tan sincera, pero la verdad, imperdonable a cualquier dosis de testosterona, jejeje. Un abrazo. No dejes de escribir porque ya tengo dependencia...
 
I love Dalia's Blog : - )
 
Pobrecito, si es que a los chavales ahora no les van las cursilerías, sino el barro. Dile a ese chaval que espabile, que así no va a ningún lado...
 
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