Thursday, July 06, 2006

 

Esperando la muerte

Con la musa de vacaciones no me apetece escribir. La canícula es lo que tiene, que no dan ganas de hacer nada. Estamos todos con el piloto automático puesto, incluyendo los mails que recibo que se han transformado de unas lineas diciendo las cuatro cositas que hacemos habitualmente por otros que en su mayoría son mensajes con más o menos buenas intenciones pero que terminan con una coacción en la que o se lo envio a todos mis allegados o correré peor suerte que el santo Job en plena apuesta de Dios con el Diablo.

Al principio las frases eran amistosas: "Mándale este mensaje a todos tus amiguitos para que sepan que los quieres"(Es de imaginar la sonrisilla en los rostros de las amistades cuando aún no sabían lo que les esperaba). de ahí pasó al: "Envíale este mail a todos tus amigos si los aprecias" (vaya, que de no enviarlo tus amigos pensarían que mejor harían en borrar tu teléfono de su agenda, tamaña ofensa que les hacías). La amenaza pasó a ser ligeramente velada: "Si no envias este mail a 10 personas te pasarán cosas demasiado horribles como para contar, como a un señor de Murcia que no lo hizo y le abandonó su mujer, perdió su equipo en el Mundial y le atropelló un tren de vuelta a casa". El último que me esperaba en mi bandeja de correos ya no se andaba con miramientos: " O lo envias a otras personas o te morirás de aquí a una semana" Así que, como para chula yo, no lo reenvié a mis seres queridos, que digo yo, que mejores cosas tendrán que hacer y como hoy se cumple el plazo para mi deceso, me hallo, esperando la muerte, en el ciber. Si no vuelvo a escribir otra entrada en mi blog ya sabeis que ha ocurrido.

Mientras, escribiré lo que será la parte final de mi trilogía de terror, horror y pavor, aunque nunca se sabe si se transformará en una trilogía de cuatro partes como en El Autoestopista galáctico.
Tengo una anécdota sobrecogedora que me contó mi hermana cuando estudiaba en Pamplona en la que a unos amigos suyos pidió una vecina que hicieran el favor de regarle las plantas en su ausencia vacacional. Estos chicos aceptaron la petición de buen grado y allí que se fueron con toda su buena voluntad, y un perrito que tenían, a regarle las plantas a la buena señora.

Cual no sería su espanto cuando, de pronto, descubrieron que el chucho llevaba en sus fauces el loro de la mujer. ¿Cómo explicarían que habían metido al perro en su piso y que este había matado a su amado animal? La vecina, sin duda, entraría en cólera y no sin razón. Tampoco era cuestión de comprar otro loro igual ya que probablemente no compartiría las cualidades del bicho anterior y sería cuestión de tiempo que la vecina descubriera el fraude. La solución más creible, pensaron, sería dejar el loro en el fondo de la jaula como si nada hubiese ocurrido y cuando viniera su dueña pensaría que el animalito había fallecido por causas naturales. Lo hicieron así, cerraron con llave el piso y volvieron a su casa con idea de no contar nada de lo allí acontecido.

paro volvió la vecina, ¡ay!, que salió de su piso chillando como una loca, con el terror plasmado en su rostro. Estos chicos no hallaban la manera de calmarla para saber cual era la razón de semejante ataque de histeria. Por fín, muerta de miedo pero ya más apaciguada de ánimo consiguió explicar qué le había ocasionado su temor. Su querido lorito había muerto y ella decidió enterrarlo en una maceta ¡ pero había regresado una vez muerto a su jaula!



Besos largos sin tregua.

Comments:
Jajajaja (estoy doblado de la risa con tu historia, jajaja)

Dalia, veo que las vacaciones con canícula y todo te han caído muy bien y han renovado tus ánimos. Tanto que cambiaste el formato de tu blog que quedo muy bueno, debo decir. Y la historia del perico está para replicarse, que si yo soy la buena dama quedo tan estupefacto que fundo una nueva secta adoradora de aves de ultratumba. Espero que los amigos de tu hermana hayan sido tan amables de informar las verdaderas causas de "El Extraño Retorno del Perico Maldito" y así descanse en paz el alma del pobre pajarito, que ya habrá tenido bastante en su vida para continuar con su muerte.

Rafael Barceló Durazo
Ciudad de México.
 
Simpatiquísima tu historia. Real como la vida misma. Auténtico terror doméstico.
Por lo de la amenaza mortal, no sufras (ya sé que no lo haces). Debería estar yo más muerto que Matusalén y, ya ves, todavía coleo un poco.

Un saludo desde Madrid.
 
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