Thursday, September 21, 2006

 

Yo también me codeo con VIPs, ¿Qué pasa?

Bien, ya he captado vuestra atención. Si estáis esperando jugosos cotilleos de ricos y famosos o famosetes por obra y gracia del salto del tigre con otros conocidos del papel couché no tengo más remedio que desengañaros. No sé más de Paris Hilton que lo que dice la revista People y del resto de la troupé me entero en las consultas de los médicos o esperando aviones. No es que no conozca a los personajes, mal que me pese, tengo que reconocer que sé más o menos quién es quién aunque no es gente que me provoque la mínima admiración.
Me refiero a figuras de renombre dentro del mundo de la linguística como John Swales y sobre todo gente que a pesar de su fama son personas encantadoras y fáciles de tratar. Gente como por ejemplo Bhatia, un viajero y viajado profesor indio que trabaja en la Universidad de Hong Kong, o Gibson Ferguson, un afable profesor inglés, con los que disfrutamos de una agradable conversación que no versaba siempre de palabras y su idiosincrasia, así, por ejemplo, recuerdo una interesante conversación que mantuve con un reputado profesor jordano de quien atraje la atención hablando de la importancia del agua y la situación en Oriente Medio pero cuando ya me gané su admiración fue charlando de historias de la familia real jordana (ya sabía yo que mis conocimientos del "Hola" me iban a servir a algún día para algo).

Esta semana pasada tuvo lugar en la Universidad de Zaragoza un congreso de lenguas para fines específicos que fue organizado con todo el mimo y celo profesional del que son capaces, los profesores Peter, Carmen y Ramón. Me he decantado siempre por la literatura así que en principio un congreso de linguística no me parece muy apasionante pero acepté gustosa cuando me preguntaron si quería hacer de moderadora en una de las sesiones porque a fuerza de hablar todo los días como Tarzán para que me entiendan los alumnos en clase, me apetece oir hablar en un inglés depurado con temas de interés y porque me hacía ilusión ser un poco "prota" en un acontecimiento cultural así.

Creo que Peter se arrepintió tan pronto como me sugirió la posibilidad. Bastante tenía ya con sus propios nervios para tener una mujer histérica que le preguntaba a cada momento qué tendría que hacer o qué decir cuando tuviera que moderar como si no lo hubiera visto nunca. Finalmente, me dijo:
-Lo único que tienes que hacer es decir el nombre de la persona que va a dar la conferencia, la universidad de la que proviene, asegurarte de que no hable más de 20 minutos y abrir una rueda de preguntas- y añadió- Eso sí, si nadie dice nada, preguntas tú algo.-

Nombre y universidad, Nombre y universidad...parecía sencillo, salvo lo de conseguir que el conferenciante no hablara más de 20 minutos (¿tosía?¿le pellizcaba una pierna?¿le quitaba los folios que estuviera leyendo?) y lo de preguntar algo relevante (¿Qué ocurriría si no se me ocurría nada inteligente?¿Valía preguntarle su color favorito o si le gustaba la ciudad?) .

Llegado el día de autos me pasé horas destripando el armario a la busqueda de la combinación ideal de ropa: un look elegante, a la par que atractivo (¡ah!¡la vanidad humana!). Mi pelo, digno reflejo de la medusa mitológica aquel día se dejó domesticar no sin antes librar dura batalla. Complementos: los justos. Leí mil millones de veces los nombres y universidades que debía presentar. Ya estaba preparada para la acción.

Llegó el momento de la verdad, la hora de los paneles, público y conferenciantes iban entrando en todas las salas ¡menos en la mía!. Por no estar, allí no estaba ni el conferenciante. Allí estaba yo, sola, en mitad del pasillo, eso sí, monísima. Mi incursión en el mundo de la moderación había sido ciertamente breve. Pasada ya media hora cuando me disponía a colaborar en la coordinación del evento o tomar un café para matar el rato me dicen que el primer conferenciante había cancelado su aparición en el último instante. Menos mal, hubiera sido muy frustrante que sólo hubiera estado yo para escucharle y aún así por obligación.

La siguiente charla sería llevada a cabo por dos profesoras de una universidad española. Por razones de agenda sólo pudo venir una que aún se debe estar acordando de mis muertos. En mi afán de presentarla de un modo más agradable dije algo así como:
-Esta es doña Fulanita de Tal, estaba previsto que diera esta charla con doña Menganita de Cual que no ha podido asistir por motivos profesionales pero la charla va a ser tan interesante, entretenida y divertida que se nos va a olvidar que no ha podido venir doña Menganita porque será como si estuvieran las dos-
Viendo la estupefacción del público y la cara de espanto que estaba poniendo mi invitada cuando dije que su charla sería "divertida" decidí callarme y se me olvidó nombrar la universidad de la que provenian.
¡Por amor de Dios! Lo único que tenía que decir era el nombre del invitado y la universidad y se me olvida decir la universidad. Es como en esas obras de teatro en las que un actor tiene una sola linea de tipo:
-El café está servido, señora marquesa-
y se olvida de la mitad del texto y encima dice cosas que no están en el guión. ¿Por qué no pensaré las cosas antes de hablar? No sé qué me pasa cuando tengo que hablar en público que me desato y empiezo a decir cosas rarísimas y no me puedo controlar.
En la siguiente ponencia me moderé a mi misma y presenté de un modo más convencional y aún así tengo ciertos Flashbacks en los que digo cosas raras.
Sin embargo, al final de mi panel, una de las figuras del congreso, el señor Gibson Ferguson , me dijo que yo había tenido una manera muy original de moderar y sus palabras no estaban cargadas de sorna o segundas intenciones. No seré muy competente pero a simpática no me gana nadie.



Un mordisquito en la punta de la nariz.

Comments:
Así sois los genios, originales e impredecibles... hasta para vosotros mismos.
¡Qué bien me lo paso leyéndote!
Besos, guapa.
 
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