Sunday, February 18, 2007

 

...En la salud y en la enfermedad

Creo haber comentado alguna vez que no me gusta ir de médicos. Suelo esperar a que mis males y pupas desaparezcan por sus propios medios automedicándome y envenenándome si es necesario. Alargo el momento de pedir una cita médica y únicamente si persisten las molestias es cuando me persono en la consulta. Eso sí, armada de un buen libro (Ya se sabe que la hora de visita es sólo algo orientativo).

Mientras espero me vienen a la mente algunas de las series de médicos que ahora proliferan en las pantallas. Tomemos un capítulo tipo de "House" por ejemplo:
Una persona aparentemente padece un simple catarro, le llevan al hospital donde en menos de media hora se está muriendo aunque se ignora si la razón es debida al extraño mal del que es portador el paciente o de todos los experimentos médicos que le hacen sufrir al infortunado en sus carnes mientras buscan las razones de sus padecimientos.
Al pobre desgraciado tan pronto se le proporcionan como se le retiran medicamentos a tutiplén, se le pincha, agujerea, se le implantan cosas, se le opera, se le veja y se le electrocuta si es preciso.
Al final se descubre que el enfermo cuando tenía siete años fue a un parque de atracciones donde le pusieron una pulserita que se manchó con tinta de un bolígrafo del cole y le ocasionó una pequeña alergia que 32 años más tarde tomando un café le proporcionó una reacción adversa casi mortal de no ser por este grupo de galenos sin par, que le salvan la vida en el último minuto y vuelve a casa agradecido a ver si sobrevive a todas las perrerías que le hicieron en el hospital.

Y si pienso en algunos de mis alumnos que no estudian aunque la vida les vaya en ello como futuros matasanos es peor. Imagino la escena. Un ex-alumno inclinado sobre mi camilla, a la postre, lecho de dolor diciendo:
-Oiga, yo lo siento, pero el tema del corazón no me lo estudié porque no me entraba en el examen y además, no se de qué se queja porque usted ya venía medio muerta de casa-
Siendo como soy más hipocondríaca que Woody Allen me dan ganas de huir en ese preciso instante. Busco en los ojos de la enfermera un poco de comprensión, ella me devuelve una mirada de desprecio.

Llevo más de media hora esperando y todavía está la primera paciente dentro de la consulta. Me revuelvo nerviosa en el asiento, si pasa otra media hora con la siguiente me tendré que ir antes de que me visite el médico porque tengo que ir a trabajar inexcusablemente. Viene la enfermera y comenta que está muy molesta porque esta primera señora no tenía cita concertada pero como le había dicho que quería hablar con el médico solo cinco minutos le había dejado pasar antes que a nosotros. Esa información me puso de muy mal humor. Por fín, salió sonriente aquella mujer de la consulta sin dirigir ni una mirada, ni una palabra de disculpa a los que allí esperábamos para entrar con mucho retraso por su culpa a nuestras citas programadas con más de un mes de tiempo.

Quizás tenga tiempo después de todo. Hace rato que la anciana que entrará detrás de mi, con la esperanza de que la deje colarse, ha empezado su cantinela de: -Yo solo tengo que preguntar al médico cuántas veces tengo que tomar la medicina, es que estoy un poco sorda y no le oí bien- A pesar de mis prisas, llego a un acuerdo con la abuela, le dejo pasar antes si no entra a la consulta para preguntar por la posología de su maldito medicamento y ella se calla de una vez.
De pronto, entra una mujer ruidosamente a la que sigue un marido-perrillo con la cabeza gacha. Se muestra nerviosa, muy alterada, da vueltas alrededor de la puerta del doctor como un animal enjaulado. Su marido le pide que se siente pero ella espeta:
- No me siento, no vamos a estar aquí mucho tiempo-
El hombre, que a pesar de su envergadura física demuestra temor ante la mujer a la que acompaña, responde:
-Bueno, pues entonces me voy a aparcar el coche mejor que lo he dejado aparcado en la puerta de la clínica y así no puede entrar ningún coche-
La mujer entonces se giró violentamente, rompió el silencio del hospital casi gritando:
-Eso, veteeeeeeeeeeeee, veteeeeee ¡cobardeeeee!, ¡que no eres más que un cobarde, como siempre!-
El hombre quiso protestar un momento pero ahogó su voz en la garganta, se sentó y agachó la cabeza mientras que los conductores que quisieran inutilmente entrar o salir en el recinto se acordaban de sus muertos en la calle.

Estaba claro que esa fiera tenía intención de colarseme en la consulta. Con lo que ella no contaba era, que a pesar de la posibilidad de que esa mujer tan alterada tuviera intención de sacarme los ojos si me empeñaba en ejercer mi derecho a acceder a mi visita médica sino le daba paso antes, yo estaba ya furiosa con la idea de que YA se me había colado una mujer, YA le iba dar paso a la abuela aquella antes y CASI YA no tenía tiempo para mi consulta así que yo entraría delante de ella así acabaramos agarradas de los pelos.

Se abrió la puerta. Salió el médico a la puerta a buscarme, la abuelita hizo ademanes de entrar y ya me veía yo peleándome hasta con la anciana. El médico le resolvió la duda de la mujer inmediatamente pero ella insistía en lo que se veía eran ganas de llamar la atención y entablar conversación innecesaria con él. Me puse de pie para apremiar a la señora. La mujer furibunda se adelantó para intentar meterse en la consulta antes que yo y en ese momento simplemente corrí y me metí, de golpe, entre ella y el médico. Ignoro que pensaría el resto de los pacientes allí sentados ante esa escena digna de colegio. La mujer nerviosa se quedó tan perpleja que ni reaccionó y el médico me miró con cara confusa como esperando una explicación.

Una vez dentro y tras escucharme y examinarme, el doctor concluyó:
-Está usted muy estresada, ya sé que es difícil teniendo en cuenta su oficio pero debe intentar no estresarse-
Sí, claro. Veremos que se puede hacer.



Besos no aptos para personas que padecen enfermedades coronarias.

Comments:
Ayyyys, no sabes lo que es estar en un país en el que te dicen en el dentista que te van a sacar la muela a las 13:01 y si llegan las 13:05 y la muela sigue en su sitio tienes derecho a enfadarte y el dentista te pide disculpas. O en el que en las paradas del autobús pone: falta un minuto para el próximo y tú, que estás acostumbrado a España, no te lo crees, y te tienes que frotar los ojos cuando ves aparecer el autobús a lo lejos antes de que cambie el número del marcador y se ponga a cero. Aquí en Austria la gente tiene un enorme respeto por el tiempo ajeno y por el trabajo ajeno también. En cuanto al estrés...Hacer deporte ayuda bastante -no sé si ya lo haces-; una amiga mía, doctora, también aconsejaba gritar como en esos concursos de japoneses. Una AAAAAAA grande y un par de gritos y te quedas nuevo.
Saludines desde la orilla del Danubio
 
¡Pero qué morro tienen las viejas!Luego con la excusa del "qué maleducados son los jóvenes" se creen que se pueden librar...
 
Así me gusta, que mi chica se haga valer a pesar de todo tipo de chantajes seniles; por un momento pensé que iba a pasar todo el mundo antes que tú... Que los abuelos tienen todo el día para perder tiempo si hace falta en el médico o en la cola del supermercado, aunque no lo parezca cuando ves a las abuelas kamikazes corriendo y aferrándose a la barra de entrada del bus para subir antes que las otras 30 personas que esperaban delante de ellas. Como dicen mis padres, también nosotras llegaremos a eso -si Dios quiere. Besicos.
 
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